Es verdad que hemos avanzado, es cierto que cada vez estamos menos lejos de alcanzar una de las metas más importantes de las mujeres, pero todavía nos falta un largo trecho por recorrer. Las mujeres en el mundo siguen experimentando falta de igualdad entre los sexos en el lugar de trabajo. Y aunque desde 2020 la vida no ha sido la misma para ninguno de nosotros, las mujeres son las que más han cargado con las consecuencias de la pandemia. Aquéllas que se han visto más afectadas son en primer lugar:
- las madres solteras trabajadoras quienes antes de la pandemia ya trabajaban “doble turno” (jornada completa de trabajo + horas de trabajo doméstico) y que a partir del cierre de escuelas, tuvieron que agregar el rol de maestras y compañero de juegos sustituto a su ya de por sí saturada agenda. Si consideramos además, que casi todas las mujeres en nuestro país siguen ganando menos por el mismo trabajo que desarrolla un hombre, entenderemos la significativa e implacable tensión en el que viven estas mujeres. No es de extrañar que muchas de ellas se sientan exhaustas y algunas hayan caído en la depresión. Sobre la situación específica de muchas Mexicanas hablaremos en la próxima entrada.
- las mujeres ejecutivas de alto nivel quienes si bien ganan más, -pero todavía nunca tanto como su contrapartes masculinas- están expuestas a una presión feroz. A ellas se les exige ser “todólogas”, perfectas en el hogar y en el trabajo; se les exigen estándares de desempeño más altos que a otros (hombres o mujeres), y además se les suele hacer sentir culpables en caso de fracaso en cualquier área y son castigadas con más dureza que a los hombres. Ahora parece que la pandemia fuera también su responsabilidad laboral y doméstica, y hacerla desaparecer su obligación. Ni qué decir que el agotamiento emocional o burnout ha sido es una de las respuestas más comunes a esta situación.
No existen leyes en el mundo que obliguen a un empleador a pagar el mismo sueldo a un hombre que una mujer por el mismo puesto, con el mismo mérito y calificación.
Se esperaba hace algunos años que legislaciones globales como la Ley de Igualdad 2010 coadyuvaran a que las mujeres ocuparan el lugar que les corresponde, pero no ha funcionado en la práctica porque viola importantes leyes internacionales como la de los Derechos Humanos, por ejemplo. Su principal estatuto se refiere esencialmente al trato preferencial de un grupo de personas sobre otro por poseer una característica protegida
edad, discapacidad, reasignación de género, matrimonio-unión civil, embarazo-maternidad, raza, religión-creencia, sexo-orientación sexual.
La Ley de Igualdad 2010 no es igual para todos ya que exige imponer normativas extremas que obliguen, por dar un ejemplo, a los bancos, a que los miembros de sus consejos administrativos estén compuestos al menos en un tercio, por mujeres. Eso es legalmente imposible, si cualquier organización o corporativo introdujera tales cuotas en la actualidad, ciertamente infringiría por lo menos decenas de leyes entre ellas, muchas sobre discriminación. Por lo general, está prohibido tratar a una persona de manera más favorable que a otra simplemente por una característica protegida, a menos que se aplique un requisito laboral estricto, por ejemplo, cuando un refugio para mujeres requiere que todos los miembros del personal sean mujeres.
Dejar sin derechos a los hombres no es una opción. Dejar de estudiar, dejar de trabajar, dejar de soñar no es una opción para las mujeres de este siglo. Dejar una carrera profesional para dedicarse enteramente a una ardua vida doméstica no asalariada es impensable ya por todas razones posibles. Si pudiéramos dar algún consejo a las jóvenes mujeres de hoy, sería el de tomar las riendas de su propio destino, y que independientemente del camino que decidan seguir, permanezcan fieles a sí mismas.
Algunas mujeres eligen seguir a sus hombres, otras mujeres eligen perseguir sus sueños. Si alguna vez te encuentras en esa disyuntiva, sólo recuerda que tu carrera profesional nunca se despertará un día por la mañana para decirte: “Ya no te quiero.
-Lady Gaga